Las bibliotecas escolares en el sistema educativo

Google puede devolverte 100 000 respuestas, un bibliotecario puede devolverte la correcta.

(Neil Gaiman)

Las bibliotecas escolares en el sistema educativo

Google puede devolverte 100 000 respuestas, un bibliotecario puede devolverte la correcta.

(Neil Gaiman)

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El Proyecto de Definición y Selección de Competencias (DeSeCo) de la OCDE define competencia como “la capacidad de responder a demandas complejas y llevar a cabo tareas diversas de forma adecuada. La competencia supone una combinación de habilidades prácticas, conocimientos, motivación, valores éticos, actitudes, emociones y otros componentes sociales y de comportamiento que se movilizan conjuntamente para lograr una acción eficaz. Las competencias, por tanto, se conceptualizan como un «saber hacer» que se aplica a una diversidad de contextos académicos, sociales y profesionales.”

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La aplicación de este informe en España se produjo a través de la Orden ECD/65/2015, de 21 de enero, del Ministerio de Educación, en el que se enumeran y explican las competencias clave en el Sistema Educativo Español, que son:

    1. Comunicación lingüística.
    2. Competencia matemática y competencias básicas en ciencia y tecnología.
    3. Competencia digital.
    4. Aprender a aprender.
    5. Competencias sociales y cívicas.
    6. Sentido de la iniciativa y espíritu emprendedor.
    7. Conciencia y expresiones culturales.

El desarrollo de las competencias propugnado en la Ley Orgánica de Educación de 2006 (LOE) supuso un impulso para estas metodologías, que se ha visto confirmado en la recientemente aprobada Ley Orgánica de Educación modificación de la LOE (LOMLOE), que indica que “se debe propiciar el aprendizaje competencial, autónomo, significativo y reflexivo en todas las materias.”

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El papel de centro de recursos para la lectura, información y aprendizaje de la biblioteca escolar la convierte en un espacio único para el desarrollo de las competencias clave del alumnado de forma conjunta y transversal, fomentando el aprendizaje por proyectos. El equipo de la biblioteca, en coordinación con el equipo directivo y el resto del claustro, puede y debe organizar los recursos y actividades para poder potenciar todas las competencias en mayor o menor medida.

Con el objeto de apoyar el desarrollo de la competencia en comunicación lingüística, la biblioteca escolar debe ofrecer una colección de recursos impresos y digitales, así como contemplar actividades e iniciativas dentro de su plan de trabajo para:

    • Potenciar el lenguaje como instrumento de comunicación oral y escrita en múltiples contextos.
    • Facilitar materiales y recursos para el desarrollo del tiempo diario de lectura especificado en los currículos.
    • Fomentar la lectura de todo tipo, en cualquier soporte y con fines diversos, mejorando la competencia lectora del alumnado y las estrategias para la comprensión de textos diversos, independientemente del soporte en el que se encuentren.
    • Proporcionar el acceso a la información y sus fuentes, así como a las herramientas y conocimientos necesarios para convertirla en conocimiento.
    • Favorecer el juicio crítico y ético, con espíritu constructivo.
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Desde la biblioteca escolar, también se pueden apoyar acciones para desarrollar la competencia matemática y competencias básicas en ciencia y tecnología; entre ellas, “favorecer la habilidad para seguir determinados procesos de pensamiento que lleven a la solución de problemas y la obtención de información, integrar el conocimiento matemático con otros tipos de conocimiento, aplicar estrategias de resolución de problemas a situaciones cotidianas, manejar los elementos matemáticos básicos en situaciones reales o simuladas de la vida cotidiana y estimar y enjuiciar la lógica y validez de argumentaciones e informaciones”.

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La biblioteca escolar que promueve la Consejería de Educación y Empleo no es un repositorio de libros en papel, sino un centro donde se encuentra la información en todos los soportes (impreso y digital). Las dotaciones de equipamientos tecnológicos que han recibido en los últimos años los centros extremeños la convierten en un espacio donde desarrollar la competencia digital, confrontando Tecnología y Humanismo.

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Saber utilizar dispositivos electrónicos no implica conocer cómo acceder a la información relevante. De igual forma, recolectar información no implica saber transformarla en conocimiento, que debe ser el objetivo final.

En este sentido, la biblioteca escolar puede aportar programas e iniciativas para que el alumnado aprenda a identificar, acceder, seleccionar, usar de forma crítica y comunicar la información. Todo ello a través de actividades de formación del usuario en el entorno digital de la biblioteca escolar y de otras que puedan encontrarse en internet, de acciones para potenciar el trabajo investigador y, en general, de alfabetización mediática e informacional.

 

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La biblioteca debe ser un espacio donde trabajar la competencia para aprender a aprender a través de iniciativas que enseñen a “plantearse preguntas, identificar y manejar la diversidad de respuestas posibles, transformar la información en conocimiento propio, aplicar los nuevos conocimientos en situaciones parecidas y contextos diversos, ser perseverantes en el aprendizaje, afrontar la toma de decisiones racional y críticamente y obtener un rendimiento máximo de las capacidades de aprendizaje con la ayuda de estrategias y técnicas de estudio.”

Además, la biblioteca es un espacio donde adquirir competencias sociales y cívicas, promoviendo actividades que favorezcan “la reflexión de forma crítica y lógica de la realidad histórica y social del mundo, su evolución, logros y problemas; siendo consciente de la existencia de diferentes perspectivas de análisis, haciendo posible la comprensión de la realidad social en la que se vive y el ejercicio de la ciudadanía democrática.”

 

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De igual forma, el sentido de la iniciativa y espíritu emprendedor puede ser potenciado desde el ámbito y espacio de la biblioteca escolar. En este caso, “debe colaborar en actividades para que el alumnado sea capaz de emprender, desarrollar y evaluar acciones y proyectos individuales o colectivos con creatividad, confianza, responsabilidad y sentido crítico, organizando los tiempos y tareas, reelaborando los planteamientos previos. Así como, aprender a trabajar cooperativamente, dialogando, negociando y valorando las ideas de los demás.”

Por último, la conciencia y expresiones culturales deben tener un papel relevante entre las actuaciones de la biblioteca escolar, organizando “acciones que pongan en funcionamiento la iniciativa, la imaginación y la creatividad para conocer, comprender, apreciar y valorar críticamente diferentes manifestaciones culturales y artísticas. En este sentido, pueden contemplarse celebraciones pedagógicas, encuentros y tertulias con escritores y artistas, o exposiciones, entre otras iniciativas, favoreciendo, incluso, la participación de las familias.” La extensión cultural de la biblioteca puede jugar, en esta competencia, un papel muy importante en horario extraescolar.

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Existe un debate en una parte de la comunidad educativa sobre si las bibliotecas escolares hoy en día son necesarias o no, teniendo en cuenta el acceso a la información que proporciona internet en la actualidad.

Este cuestionamiento convive con la utilización de metodologías tradicionales de enseñanza que no necesitan de otros espacios, más allá de la propia aula, para ser desarrolladas, por lo que la biblioteca escolar solo se ve como un equipamiento accesorio.

Pero la pregunta no es si existirán las bibliotecas escolares en el futuro, sino qué modelo de bibliotecas escolares será necesario en los próximos años. Cada vez parece más claro que estarán ligadas a la utilización de metodologías activas innovadoras y a un concepto en el que no se prioriza el acceso fácil e inmediato a la información, sino su utilización crítica y su transformación en conocimiento. Por tanto, los centros educativos deberán tener un espacio físico y virtual donde puedan desarrollarse estas actividades y ese espacio es y seguirá siendo la biblioteca escolar… pero no cualquiera.

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Según la IFLA, una biblioteca escolar es el espacio de aprendizaje físico y digital de una escuela donde la lectura, la indagación, la investigación, el pensamiento, la imaginación y la creatividad son fundamentales para el acceso a la información y al conocimiento de los estudiantes y para su crecimiento personal, social y cultural.

En la Orden de 2018, que regula la Red de Bibliotecas Escolares de Extremadura, se describe el modelo de biblioteca escolar que se impulsa desde la Consejería de Educación y Empleo, y que deben perseguir los centros educativos de niveles previos a la Universidad. Con las necesarias actualizaciones, puede resumirse en los siguientes conceptos:

La biblioteca escolar debe ser un centro de recursos impresos y digitales para la lectura, información y aprendizaje; así como, un espacio educativo abierto, física y virtualmente, de apoyo a los procesos formativos, al desarrollo de las competencias clave, al fomento de la lectura, la práctica de idiomas y la alfabetización mediática e informacional del alumnado.

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Asimismo, tiene que ofrecerse como un entorno inclusivo que ayude a paliar las desigualdades iniciales o adquiridas del alumnado, sirviendo de apoyo al alumnado con necesidades específicas y aportando iniciativas para disminuir el fracaso escolar.

La implantación de la cultura digital y sus herramientas en todos los ámbitos de la sociedad exige de la biblioteca escolar que trascienda el espacio físico donde se ubica para estar presente allí donde se la necesite; a tal efecto, se procederá a la gestión de su entorno y dimensión digital, incorporando los recursos y materiales disponibles en la biblioteca digital Librarium.

La biblioteca escolar debe evolucionar, si aún no lo ha hecho, hacia un modelo donde se ponga el énfasis en la localización y selección de los recursos más adecuados y con mayor calidad, en un entorno en el que los recursos digitales deben adquirir mayor presencia. Además, tiene que ser distribuida y accesible desde cualquier parte del centro, o incluso fuera de él, centrando su acción en la comunidad educativa, con actuaciones entre las que se incluyan la mediación, la comunicación, la difusión y la distribución.

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La biblioteca escolar, como agente para la innovación pedagógica y el aprendizaje cooperativo basado en proyectos, debe ser capaz de:

  • Proporcionar acceso igualitario a la cultura impresa y digital, facilitando recursos, materiales y publicaciones en ambos formatos para el apoyo a la práctica docente, el fomento de la lectura, el desarrollo de la alfabetización mediática e informacional y el aprendizaje autónomo.
  • Mediar entre los recursos de la biblioteca y el alumnado y profesorado, difundiendo y distribuyendo sus fondos cuando sean requeridos o facilitando su localización y utilización.
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  • Ofrecer recursos y actividades, así como, el espacio adecuado para desarrollar las alfabetizaciones múltiples y competencias clave del alumnado, además de facilitar el cumplimiento del tiempo de lectura obligatorio.
  • Potenciar la lectura comprensiva en todos los soportes, el hábito lector, la expresión escrita y la competencia oral del alumnado.
  • Impulsar el uso eficiente de la información, su transformación en conocimiento y la utilización de las TIC en la búsqueda, localización y selección de la información; diseñando programas, actividades e iniciativas de alfabetización mediática e informacional.
  • Apoyar los programas educativos en los que el centro participe o los planes que desarrolle.
  • Fomentar iniciativas para el apoyo al estudio, la disminución del fracaso escolar, la compensación de desigualdades y la atención a la diversidad.

 

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    Con el objeto de desarrollar el modelo descrito en este artículo, se creará ad hoc un “Equipo de la Biblioteca Escolar” que tendrá como misión asumir y gestionar las funciones especificadas en el punto anterior. Estará constituido por el profesorado que determine el equipo directivo, al que se le asignará la dedicación horaria prevista en la normativa que sea de aplicación, siendo recomendable que la persona responsable o coordinadora tenga destino definitivo en el centro y cuente con la formación adecuada en el ámbito. También podrán formar parte del equipo de la biblioteca el personal no docente del centro, así como demás miembros de la comunidad educativa.

    1/2. El aprendizaje activo del alumnado no es algo que se haya descubierto recientemente. Desde el nacimiento del constructivismo a principios del siglo XX hasta nuestros días, son numerosos los planteamientos pedagógicos y las metodologías que han puesto el énfasis en el papel fundamental del alumnado en su aprendizaje.

    La LOMLOE, recientemente aprobada, especifica que “Los poderes públicos prestarán una atención prioritaria al conjunto de factores que favorecen la calidad de la enseñanza y, en especial […] a la investigación, la experimentación y la renovación educativa, el fomento de la lectura y el uso de bibliotecas”.

    Pero ¿qué ventajas tienen las metodologías activas de enseñanza con respecto a la tradicional memorística? De forma muy resumida podría indicarse el papel protagonista del alumnado en su aprendizaje, poniendo en práctica sus conocimientos, la adaptación de la enseñanza al contexto que lo rodea, la transversalidad que provoca la unión de contenidos de diferentes materias, el trabajo cooperativo, la utilización de recursos de todo tipo y en todo soporte y una mejor adecuación de la atención a la diversidad, entre otras.

    Algunas veces, se ha unido el concepto de metodología activa con la falta de aprendizaje de contenidos. Nada más lejos de la realidad, de hecho, se apoya en ellos para transformar la información en conocimiento, facilitar su puesta en práctica y comunicación; en definitiva, las competencias que necesita el alumnado para ser ciudadanos activos.

    2/2. Algunos ejemplos de estas metodologías son el aprendizaje basado en proyectos o en problemas (en el ámbito de las bibliotecas escolares también conocidos como proyectos documentales integrados), aprendizaje cooperativo, la gamificación, la clase invertida (flippedclassroom), en la se utilizan activamente libros, vídeos, documentales u otras fuentes de información; y, así, una larga lista de experiencias y metodologías que provocan un enfoque competencial más unido a la realidad del alumnado.

    Las bibliotecas escolares, tal y como se promueven desde la Consejería de Educación y Empleo, son espacios privilegiados para el desarrollo de estas estrategias, ya que en ellas se puede “planificar, diseñar, pensar, crear, escribir, investigar, ensayar, presentar…” al ser el centro de recursos de lectura, información y aprendizaje; espacios únicos para unir lo humanístico y lo tecnológico, ya que pone a disposición de la comunidad educativa la información en todos los soportes (papel y digital) a través de libros, audiovisuales, dispositivos electrónicos, etc.

     Las bibliotecas escolares son espacios privilegiados para el desarrollo de metodologías activas de enseñanza, ya que en ellas se puede “planificar, diseñar, pensar, crear, escribir, investigar, ensayar, presentar…”

    También, la biblioteca puede convertirse en objetivo principal del aprendizaje basado en proyectos, a través de trabajos de investigación, fomento de la lectura, tanto literaria como de aprendizaje, entre otros, así como repositorio de ellos, para consulta del resto de la comunidad.

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    Existe un debate en el ámbito de las bibliotecas, la educación e incluso entre los lectores habituales sobre si es mejor leer en papel o en dispositivos digitales. A veces, este debate se lleva a posiciones extremas ensalzando las virtudes de la lectura en papel y menospreciando la lectura digital; o viceversa, entendiendo la lectura en digital como la única que sobrevivirá y asegurando que los libros en papel desaparecerán.

    Algunos titulares en prensa que afirman la superioridad del papel sobre lo digital o las posiciones extremas que defienden la lectura solo en papel se apoyan en la conocida como Declaración de Stavanger.

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    Este documento, publicado en 2018, es el resultado de las investigaciones de un grupo de casi 200 académicos y científicos de toda Europa en el ámbito de la lectura, la edición de textos y la alfabetización, que han investigado el impacto de la digitalización en las prácticas de lectura.

    En él se afirma que “el papel continúa siendo el medio preferido para la lectura de textos largos, especialmente cuando se trata de comprender en profundidad y retener la información, y que dicho medio es el más adecuado para la lectura de textos largos expositivos o informativos. Este tipo de lectura posee un valor incalculable para alcanzar logros cognitivos como la concentración, el desarrollo del vocabulario o la memoria. Por tanto, es importante que la preservemos y promocionemos como uno de los posibles modos de lectura. Asimismo, dado que el uso de las pantallas continúa en crecimiento, descubrir formas para facilitar la lectura en profundidad de textos largos en el medio digital se configura como uno de los retos más urgentes.”

     También apunta a que “las herramientas digitales ofrecen excelentes oportunidades para ajustar la presentación de los textos a las preferencias y necesidades de cada individuo.” Aunque es cierto que, en algunas ocasiones, se ofrecen razones de salud para apoyar la lectura en papel y no leer en pantallas, sin querer entrar a debatir los motivos médicos sobre los que pueden estar fundados, también debe resaltarse que, con la lectura en digital, se puede adaptar el tamaño de la letra o elegir el tipo de fuente más conveniente para aquellos que tengan dificultades visuales. En la biblioteca digital Librarium, por ejemplo, se puede utilizar un tipo de fuente específica para los usuarios con dislexia, por lo que la lectura en digital también puede llegar a ser inclusiva.

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    La misma declaración indica que “Un meta-estudio que incluye 54 estudios y un total de más de 170 000 participantes demuestra que la comprensión de textos expositivos e informativos es más elevada cuando se lee en papel que cuando se lee en el medio digital, particularmente, cuando el lector se encuentra bajo un tiempo de lectura limitado. Una diferencia que desaparece al leer textos narrativos.”

     Entre sus recomendaciones resalta que “Debe enseñarse a los estudiantes estrategias para el dominio en los entornos digitales de la lectura en profundidad y los procesos superiores relacionados con ella. Asimismo, es importante que los centros educativos y sus bibliotecas continúen motivando a los estudiantes para leer libros impresos y que se destine un espacio curricular para ello.”

     Se pone de manifiesto que los docentes deben ser conscientes de que, en educación primaria, el intercambio indiscriminado de los materiales impresos, el papel y el lápiz por las tecnologías digitales puede provocar problemas de aprendizaje. Por este motivo, debe haber un desarrollo cuidadoso de las herramientas digitales y de las estrategias de aprendizaje, para no retrasar el desarrollo de la comprensión lectora y de las habilidades de pensamiento crítico.

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    Leyendo la declaración completa, se pueden extraer conclusiones más fundamentadas; pero ¿en qué soporte está leyendo este documento?, ¿cómo apreciará mejor sus ilustraciones? Si se está leyendo en papel, ¿cómo accederá al contenido completo de la Declaración de Stavanger?

    Tal vez no debemos ponerle apellidos a la lectura y preocuparnos de que, efectivamente, se lea, de que sea un hábito en nuestro alumnado y profesorado, en el soporte más adecuado o preferido en cada momento, cada lugar, para cada edad y para el propósito que persigamos, ya sea educativo o de ocio.

    El enemigo de la lectura en papel no es la lectura digital, ni viceversa. Tal y como nos indica el alumnado que contestó la Encuesta de Hábitos de Lectura que se encuentra en este documento, los enemigos de la lectura son otros entretenimientos y que, en algunos casos, no se considera divertida. Ese es el verdadero reto al que nos enfrentamos.